Mitos sobre la vacunación: Verdades, datos y consejos 2025

Mitos sobre la vacunación: Verdades, datos y consejos 2025
12 julio 2025 0 Comentarios Iñigo Ortellado

En 2025, cuando pensábamos que ya lo habíamos escuchado todo en cuestiones de salud, las historias sobre vacunas siguen generando debates encendidos. Hay quienes aseguran que las vacunas causan más problemas de los que solucionan, mientras otros creen que todo es parte de un complot global. Nada como el tema de la vacunación para revelar cómo la desinformación puede propagarse más rápido que un virus. Vamos a desmenuzar los mitos más populares que siguen circulando, aunque la ciencia lleva décadas dándoles la vuelta. Porque, sorprendentemente, todavía hay quien comparte esas cadenas de mensajes donde afirman que una simple vacuna lo cambia todo… para mal.

Vacunas y autismo: desmontando el mito eterno

Si buscas en Google "vacunas y autismo", te vas a encontrar millones de resultados y discusiones que no se apagan. Todo empezó a finales de los 90 por un artículo en The Lancet, firmado por Andrew Wakefield, que sugería un vínculo entre la vacuna triple vírica y el autismo. ¿El problema? El estudio fue retirado y catalogado como una farsa; Wakefield perdió su licencia médica. Docenas de investigaciones serias y transparentes analizaron a millones de niños en varios países (como un macroestudio realizado en Dinamarca con más de 650.000 niños en 2019) y concluyeron: no existe relación entre las vacunas y el autismo. La diferencia entre coincidencia y causalidad es clave aquí—el autismo a menudo se detecta a la edad en que los pequeños reciben vacunas, pero una cosa no causa la otra.

Es curioso cómo este mito sigue flotando en la superficie, incluso entre personas que en otros aspectos desconfían del WhatsApp de su cuñado. La desinformación tiene ese poder: una vez que una idea pega fuerte, se queda rondando la cabeza colectiva, aunque la evidencia diga lo contrario. Los efectos adversos graves de las vacunas son tan raros que apenas hay datos relevantes; la gran mayoría son leves y temporales, como hinchazón o fiebre menor. Si existiera esa supuesta "epidemia" de problemas por la vacunación, los sistemas sanitarios lo sabrían y la polémica sería gigantesca a nivel mundial.

Para las familias que se quedan con dudas, los profesionales de la salud están más que acostumbrados a responder sin juicios. Preguntar no solo es normal, sino recomendable. Lo importante es buscar respuestas donde realmente saben del tema y no en foros anónimos. Y si te cuesta encontrar información de calidad, las webs de organismos como la OMS, el Ministerio de Sanidad de España o la propia Asociación Española de Pediatría tienen secciones específicas para responder a padres preocupados.

Los componentes de las vacunas: ¿de qué están hechas realmente?

Uno de los argumentos más escuchados es: “no me vacuno porque las vacunas tienen cosas raras, como mercurio o aluminio”. Vale la pena aclarar: algunos componentes como el timerosal (una fuente de etilmercurio) sí se utilizaron en dosis mínimas en el pasado, pero desaparecieron o se redujeron muchísimo en las fórmulas actuales. Y el aluminio, que salta a la palestra cada tanto, está presente en mayor cantidad en la comida y el agua potable que consumes cada semana.

¿Qué lleva realmente una vacuna? Pues básicamente fragmentos muy pequeños de virus o bacterias (inactivos o atenuados), agua estéril y, en algunos casos, estabilizantes, conservantes y adyuvantes que facilitan que tu cuerpo responda mejor al estímulo. Todos, sin excepción, pasan décadas de controles y pruebas antes de estar en el calendario vacunal de cualquier país serio. Hay una diferencia abismal entre lo que se dice en redes sociales y las revisiones de seguridad que manejan farmacéuticas y autoridades sanitarias.

La contaminación cruzada, el famoso “chip” y los microbots son puro material para guiones de Netflix y Telegram. Nadie ha encontrado nunca rastros ni pruebas de semejante cosa en ningún lote de vacunas. Cuando los fabricantes informan sobre “eventos adversos”, se están refiriendo a incidentes rarísimos, bajo vigilancia constante. Aquí tienes algunos datos curiosos, basados en revisiones de la Agencia Española de Medicamentos y la OMS:

ComponenteUsoCantidad en vacunasPresente en alimentos comunes
AluminioAdyuvante0,125-0,85 mgHasta 7 mg/día
FormaldehídoInactivación de virus0,005-0,1 mgAproximadamente 2,6 mg/L en frutas
TimerosalConservante (raro hoy)Rastros o ausentePrácticamente nulo en comida

La próxima vez que escuches a alguien “preocupado” por los ingredientes, recuerda que el miedo suele venir más por desconocimiento que por hechos reales.

¿Las vacunas son solo para niños?

¿Las vacunas son solo para niños?

Quien piensa que la vacunación es cosa de críos seguro nunca ha viajado fuera del país o no ha revisado su cartilla desde hace años. Adultos jóvenes, gente mayor y embarazadas también entran en los planes de inmunización. El tétanos, por ejemplo, no respeta la edad: si pisas un clavo oxidado y tienes la vacunación desactualizada, lo pasarás mal. La gripe y la neumonía pegan fuerte en los mayores de 65 y personas con enfermedades crónicas, de ahí que cada otoño haya campañas tan insistentes para que se vacunen.

El calendario vacunal no solo protege a cada uno: crea inmunidad de grupo. Basta con que un porcentaje añejo de la población salte la vacunación para que ciertas enfermedades resurjan como fantasmas. Ejemplo: el sarampión, a punto de erradicarse hace una década, volvió a aparecer en Europa solo porque algunos dejaron de vacunar a sus hijos por miedo infundado.

Y sí, las vacunas de viaje existen porque hay enfermedades todavía presentes en muchos países. Fiebres tropicales, hepatitis A y B, fiebre amarilla, meningitis… No querrás encontrarte con alguna de estas sorpresas en un viaje largo o en una misión de voluntariado. Antes de moverte, consulta siempre las recomendaciones del Ministerio de Exteriores.

Si te preguntas cada cuánto conviene revisar tu estado vacunal, los equipos de Atención Primaria ofrecen revisiones gratuitas y actualizaciones de calendario tanto para adultos como para adolescentes. Una simple consulta puede evitarte muchos problemas de salud, y de paso, te da excusas para presumir de cartilla puesta al día.

Desinformación, bulos y el eco de las redes sociales

No hace falta buscar mucho para encontrar historias sorprendentes sobre vacunas rodando por WhatsApp, Twitter o incluso TikTok. El poder de las redes para amplificar desinformación es brutal. La mayoría de las veces, los bulos llegan disfrazados de testimonios “reales”, gráficos inventados o vídeos sacados de contexto. Los algoritmos les dan alas, porque cuanto más extremas sean las afirmaciones, más repercusión tienen. Así crecen los mitos. Y así es como surgen nuevos miedos de donde no debería haberlos.

El clásico de “si la vacuna fuese segura no obligarían a firmar un consentimiento” es puro desconocimiento del consentimiento informado: una pieza legal simplemente para que sepas qué te están poniendo y sus efectos posibles. O el eterno “me pincharon y me puse enfermo a los dos días”, cuando lo más probable es que estuvieras incubando cualquier cosa antes o que tu sistema inmune estuviera haciendo su trabajo (reacción normal tras vacunarse).

¿Cómo distinguir fuentes fiables? Sencillo: busca organismos de salud pública, universidades conocidas, sociedades médicas o publicaciones científicas revisadas por pares. Los vídeos amateurs y los influencers sin formación sanitaria no cuentan como fuentes de calidad. Aplicaciones como Maldita.es, Newtral o el propio buscador de la OMS son útiles para desmontar bulos al instante.

  • Siempre verifica quién firma la noticia o el consejo.
  • Desconfía de capturas de pantalla y audios sin fuente clara.
  • Pide a tu centro de salud información actualizada o referencias directas.

No aceptes argumentos basados únicamente en experiencias personales. Lo que le pase a alguien en una circunstancia concreta no puede aplicarse a toda la comunidad. La ciencia avanza revisando miles de casos y datos estadísticos; ese es el estándar a seguir para cualquier decisión importante.

Protegiendo a los más vulnerables: inmunidad colectiva y responsabilidad social

Protegiendo a los más vulnerables: inmunidad colectiva y responsabilidad social

Este año, mientras algunos aún dudan, cientos de miles de personas dependen de que “el resto” se vacune. Bebés que todavía no cumplen la edad necesaria, inmunodeprimidos y enfermos crónicos no pueden defenderse solos. La inmunidad colectiva es un escudo: cuando una mayoría está inmunizada, los virus y bacterias tienen menos oportunidad de saltar de persona en persona y, al final, no encuentran a quién contagiar.

Un dato contundente para entender el valor de las vacunas: la viruela era una enfermedad que mató a más de 300 millones de personas en el siglo XX. Desde 1980, tras la erradicación mundial gracias a la vacunación, no ha habido ni un caso nuevo. Las cifras no engañan. Bastan unos pocos años de relajación y bajada de tasas para que rebroten brotes. En 2024, la OMS registró picos de difteria y sarampión en varias zonas que antes se consideraban a salvo, precisamente porque la gente dejó de vacunar a sus hijos.

Las vacunas funcionan mejor cuanto más gente las recibe. Y ahora que la desinformación explota por las redes sociales, se vuelve más importante todavía animar a compartir información rigurrosa. Hacerlo no significa sólo cuidarte tú: significa proteger a toda la comunidad. Si tienes dudas, pregunta. Y si encuentras datos fiables, pásalos. Así, entre todos, rompemos el ciclo de los mitos y aprovechamos el mejor recurso que nos ha dado la medicina moderna.

Este año, con datos tan claros y estudios tan potentes, hay menos excusas que nunca. Vacúnate, responde a los bulos y cuida de los tuyos. Y si alguien todavía insiste con esos cuentos de siempre, ahora tienes argumentos de sobra para desmontarlos. Basta ya de bulos: la salud va primero.